p>A partir de la publicación en el Magazine de La Vanguardia de un articulo de Opínión de Andrés Trapiello sobre "El Protocolo" desde ACPRI hemos realizado la siguiente respuesta, que esperamos sea publicada en el rotativo, al menos para poder dar nuestro punto de vista a este artículo publicado el 7 de noviembre de 2013.
En defensa del protocolo
Sr. Director de La Vanguardia:
He leído con sorpresa y decepción el artículo aparecido en el Magazine de la edición del domingo 10 de noviembre en el diario de su digna dirección, cuya autoría corresponde a don Andrés Trapiello y que con el título "El protocolo" expresa una opinión que respeto pero que no comparto en absoluto y que, a mi entender y saber, no se ajusta a la realidad ni al sentir unánime de la ciudadanía.
Me ha inspirado sorpresa porque su contenido no me parece el habitual de La Vanguardia que siempre se ha caracterizado por la observancia y la valoración de las formas y con decepción porque el autor banaliza una disciplina que es omnipresente en las instituciones, a las empresas, a los actos, a las conductas, en la costumbre y en nuestra sociedad en sus múltiples formas, vertientes y acepciones. Me refiero evidentemente a las relaciones institucionales y al protocolo oficial, al eclesiástico, al judicial, al académico, al militar, al premial, al social, al diplomático, al empresarial, etc.
El protocolo no es para originar problemas sino para solucionarlos porque "el problema nunca es del protocolo" y esta es la única coincidencia de opinión que tengo con el señor Andrés Trapiello en su escrito. Para que el protocolo sirva para posibilitar la proyección de una identidad, para alcanzar la asepsia en el ceremonial y para garantizar que cada uno tenga lo que en justicia le corresponde como personas físicas o jurídicas.
El escrito me extraña aún más porque se supone que los escritores conocen el significado de las palabras y las que he leído destilan una incomprensible animadversión en relación al concepto protocolo y un menosprecio siempre injusto para las personas que laboran con la mayor exquisitez, escrupulosidad, exigencia, discreción, transparencia y vocación de servicio.
Y es que, como encontramos en el Eclesiastés 3.1: "Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol”. Un momento para el disfrute, para el llanto, para la alegría, para el trabajo, para el asueto, para la contemplación, para la trascendencia, para la vida y para la muerte, así como para la lectura y también para el protocolo.
Algo hay en común entre la escritura y el protocolo que es la voluntad de comunicar y de hacer efectivo un mensaje que es personal en el caso de los escritores y de entes en el de los protocolistas pero que, en ambos casos, afecta o interesa una colectividad.
Estamos viviendo un momento de cambios, de obnubilación de las personas y de la sociedad, de todas los entes y formas asociativas, por la crisis de valores más que por las dificultades económicas en que nos encontramos. Un tiempo para los falsos profetas y para la ceremonia de la confusión. Y una época en la que la información está al alcance de todos pero, desgraciada y paradójicamente, no estamos más formados.
Y en este proceso de recuperación de los valores, de autentificación de las ideas, de oportunidad para el coraje y de reto colectivo necesitamos formar un frente común de trabajo y de simbiosis de sinergias para la concreción de la verdad, por la realización del individuo y la regeneración de la sociedad.
La generalización es siempre peligrosa y, a la vez, injusta y no se puede meter a todos en el mismo saco porque es cierto que hay gente mala pero también hay gente buena, al igual que existen buenos profesionales del protocolo y de las relaciones institucionales y, tristemente, también hay algunos de mediocres como en el caso de los escritores .
Estoy plenamente convencido, y así lo manifiesto, que si don Andrés Trapiello se olvida de prejuicios preestablecidos y de los típicos tópicos sobre el protocolo y hace el pequeño esfuerzo de informarse con rigor y de conocerlo en profundidad se dará cuenta de la bondad de esta disciplina que, en algunos casos y según el oficiante, es un verdadero arte.
Carles Cortina i Riu
Secretario de la Asociación Catalana de Protocolo y Relaciones Institucionales (ACPRI)
Barcelona, 12 de noviembre de 2013